
He transitado durante días, semanas y meses por un arduo camino no exento de tormentas, rayos y tempestades, intentando avanzar pero despacio, muy despacio, a veces con tropiezos por las piedras del camino, a veces porque he tenido que sentarme a coger aliento, a veces retrocediendo porque un ciclón llamado miedo no me dejaba caminar en la dirección correcta. Desde que me puse en marcha llevo a las espaldas una mochila cargada de recuerdos, ausencias que han dejado huella, responsabilidades, lágrimas, vacíos, nostalgia y otro millón de cosas inútiles que, a pesar de lo liviano de su peso, me hicieron cargar mis hombros como el que transporta una tonelada de hierro. Su peso me hizo agachar la cabeza, mirar al suelo y no al frente, hundió mis pies sobre el fango y me hizo agazaparme tornándose más complicado mi camino en medio de la tormenta. Sigue leyendo

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