
A quiénes no han conocido aún el significado de “amor verdadero” les diría que somos nosotros quienes escogemos a quién dejamos subir a nuestro tren, tras superar las barreras del miedo y dándole a la vida una nueva oportunidad para que el sol cruce el cielo cada mañana.
¿Si eres perfecto?, tal vez no…
¿Si acaso yo lo soy?, tampoco…
pero si de algo estoy segura es que somos perfectos el uno para el otro,
porque la verdadera belleza del amor radica en nuestras imperfecciones y en la capacidad de construir con ellas nuestro propio mundo. Sobre ellas cimentaré tus recuerdos convirtiéndote en ese ser único e irrepetible que llegó para quedarse aquella noche de abril en la que nuestros destinos se cruzaron por y para siempre.
¿Por qué?
Porque contigo aprendí que lo bonito de la vida no es saber con quién duermes, sino con quién amaneces, que estoy dispuesta a dar el siguiente paso sin preguntas, si es de tu mano y que puedo ser mejor de lo que era cuando estoy contigo porque sabes cómo sacar lo mejor de mí misma para ofrecerlo a los demás.
Gracias por enseñarme que la confianza no se da ni se regala, sino que se trabaja a diario aprendiendo a respetar nuestros espacios, cediéndonos el tiempo necesario para caminar juntos, pero también por separado y por acoger mi corazón sin adueñarte, porque las grandes torres se construyen sobre bases firmes pero necesitan también del aire para comprobar su fortaleza.
Y a ti Papá, decirte que puedes estar tranquilo, porque entre las múltiples opciones que la vida nos ofrece, aquel 12 de Septiembre caminamos juntos para apostar por la mejor.
Debe estar conectado para enviar un comentario.